jueves, 17 de julio de 2008

EPISODIO 28. PAVEMENT.


A principios de los noventa el rock se debate entre seguir tras los pasos de bandas dinosaurio o reinventarse. Grupos como Pavement rompieron con la actitud fingida y caducada del rock de toda la vida aportando a cambio desparpajo y ausencia de endiosamiento. Su pose era la de juguetear con el rock y no tomarse muy en serio a sí mismos. El nuevo enfoque que suponía el rock alternativo aplicaba ese desparpajo a todos los aspectos, formas nuevas de grabación, de acercarse al micrófono y cantar y de darle estructura a las canciones incluído. La baja fidelidad y los primeros estudios caseros compensaron la falta de medios e hicieron el resto. Lo importante no era sonar a lo grande, bastaba con sonar y meterle el dedo en el ojo a los dinosaurios y el palo en las ruedas de la gran estructura empresarial de la música. Ideas, ganas de juntar las piezas para ver qué sale, grabadoras de cuatro pistas y ruído estático de fondo; era el comienzo de lo casero, lejos aún de la era digital. Westing presentaba con cara y desenvoltura todos los ingredientes de la fórmula Pavement. Las guitarras raspan y se comen la voz, que frasea de un modo, digamos, peculiar; descuidado y pasota. La batería se percibe lo justo y en su lugar hay acoples múltiples y pistas de guitarra que van a su bola. Una banda de amigos grabando en el local. Los primeros himnos, Debris slide, Box elder.



Slanted and Enchanted mejoró el envoltorio notablemente (grabado en un 16 pistas) y multiplicó la cantidad de himnos, In the mouth a desert, Trigger cut. La historia de Pavement siguió este camino. Grabaciones cada vez más pulcras, montones de canciones que se hacían especiales y queridas al segundo. Crooked rain, Wowee Zowee, Brighten the Corners y Terror Twilight conservaron en lo posible el encanto amateur y despreocupado de los inicios y su locura compositiva, sus sorpresas en los desarrollos de las canciones. Obviamente fueron haciéndose, disco tras disco, más profesionales en todos los sentidos. A la altura de Terror Twilight la fórmula apareció agotada, por mucho que siguiese mereciendo mucho la pena escuchar a unos Pavement creciditos con toques country y una producción cristalina.





Desde Slanted a Brighten the corners ofrecieron discos sin un segundo de desperdicio. Raramente se mostraban meditativos (cuando lo hacían también lo bordaban, Here...), lo suyo eran las canciones optimistas y juguetonas, las letras irónicas y surreales. Verles en directo era asistir a una pequeña fiesta y verles disfrutar y sonreirse entre ellos y ver tu propia sonrisa de gusto saliendo a flote.
Stephen Malkmus sigue en activo con sus inflexiones de voz de eterno adolescente. Nada es lo mismo, pero su Face the truth o su disco homónimo no desmerecen el recorrido de la banda.


Tocaban con una sonrisa y te la pegaban a tí, sumergido entre el pelotón de seguidores, desgustando en la oscuridad con cariño cada rato.





EPISODIO 27. MY MORNING JACKET.






Quería hablaros de My Morning Jacket. Me enamoraron desde su primer Tennessee Fire. De pronto, sonaban atemporales. Al mismo tiempo clasicones y ceñidos a patrones de rock sureño, como tocados por una varita de misterio que parecía envolver todas sus canciones. Esa voz. Ese reverb exagerado que hace que la voz planee sobre los instrumentos. No sé. Siempre me puso los pelos de punta. Excelentes letras también. En The way that he sings confiesa estar enganchado a una canción (más o menos lo mismo que estoy haciendo yo): "por qué mi cabeza se hace pedazos cada vez que ponen esa canción? Es el modo que tiene de cantar, no es la letra o la banda. Estoy enamorado de ese alma: es un significado que puedo comprender".

Enérgicos y rotundamente intensos en directo. Todo un disfrute y una descarga de frescura que les sitúa lejos de estos días. Poseen esa inocencia y fuerza de las bandas no contaminadas y capaces de hacerse un generoso espacio en el espectro musical oficial, ni inocente, ni limpio, ni fresco, ni poderoso. Sus temas guardan la épica de los espacios abiertos y las carreteras que nunca acaban. También se recogen y, sin perder la épica, (tan sólo guardándola) se hacen intimistas y la voz de Jim James te susurra y te llora.



Saben darle épica a los esquemas rockeros de toda la vida. También han demostrado una sorprendente capacidad para cambiar de rumbo y ofrecer grabaciones que nadie se esperaba. Discos de esos que a primera escucha te hacen pensar, "con lo que me gustaban, vaya cagada han hecho", para a las tres escuchas acabar rendido ante una propuesta nueva que te hace finalmente más incondicional si cabe. Originales y misteriosos, más por cómo lo hacen que por lo que hacen. Recomiendo el disco At Dawn para empezar el acercamiento. Z, It still moves y Evil urges completan una carrera que se remata con la grabación del directo Okonokos. Dicen que está todo inventado y vienen estos desharrapados y cojen a Lynyrd Skynyrd y, efectivamente, no le añaden grandes inventos nuevos a lo ya inventado...pero qué diferente suena.







En este enlace puedes ver a My morning jacket tocando en el programa Morning becomes eclectic de la emisora KCRW:
http://www.kcrw.com/media-player/mediaPlayer2.html?type=video&id=mb021009my_morning_jacket

EPISODIO 26. ELLIOTT SMITH.



A través de Roman candle, un album sin título y Either/Or, sus tres primeros lps, Elliott Smith sólo necesitó guitarras acústicas y susurros, preciosas y certeras melodías y ocasionales trotes de batería para plantarse como uno de los mayores inventores de canciones de los noventa. No levanta apenas su voz, cuidadosa y tímida. Canciones hechas en una habitación para ser escuchadas en otras. Otro creador para quien la música es una burbuja frente al mundo exterior. Cada inflexión de voz, cada palabra y rasgueo de guitarra dibujan un mundo interior rico y autosuficiente capaz de guardarnos del exterior. Esa desnudez coloca al oyente en una situación de automática complicidad en caso de conectar con alguna de las canciones. Algo así como un cebo para entrar en un pequeño mundo de pequeñas canciones simples (no tanto como pudiera paracer, la verdad) y sinceras.





Las irregularidades de sus primeros dos discos quedaron superadas con la mucho mayor consistencia de Either/Or, doce canciones con lo mejor del músico. Aquí quedó exhibida toda su capacidad de emocionar con simples gestos. Ninguna de las canciones baja el nivel de calidad. El disco transcurre entre temas gemelos en intenciones, riqueza de melodías y armonías y facilidad para colarse en tu habitación. Sin alardes técnicos, sin trucos y haciendo que el paso por el estudio no pervierta lo esencial de las canciones, ese tono de humildes cancioncillas de alcoba de desarrollo placentero e insospechada profundidad.

A la altura de XO, sus habituales armonías vocales cobraron aún mayor protagonismo. Se nota un trabajo más concienzudo de estudio, un diferente enfoque. Aparecen temas compuestos a piano y se pierde en parte la desnudez de los comienzos. Elliott Smith no busca romper del todo con esa intimidad de habitación, sin embargo.

Figure 8 completa su discografía con guiños a los Beatles y canciones que, ahora sí, salen de la habitación y deciden mostrar una cara tímidamente optimista y luminosa. Inspiración pop y nuevamente redondez melódica en su disco con mayor profusión de arreglos. Fue la despedida.

From a basement on a hill, New moon... la cantidad de recopilatorios intentando recoger lo que quedó inacabado son cuantiosos Su susurro agudo y delicado siguió en forma insuflando vida hasta en la última canción grabada o esbozo de canción. Me parece una delicia escuchar sus discos. Acarician y recomponen. Cobijan. La mayoría de las veces, los grandes despliegues escénicos y sónicos de muchas bandas enrojecen y quedan en evidencia cuando aparece un tipo con una guitarra acústica y cosas que hacer sentir. Es el caso de este tipo.



EPISODIO 25. LIFT TO EXPERIENCE.






Tres locos tejanos con sonido épico y apabullante por momentos, demoledores en la intensidad de sus progresiones rockeras. Josh T. Pearson merecería interés solamente por esas patillas. Hicieron un album y desaparecieron. Josh fue internado en el psiquiátrico aunque existen rumores de que pueda completar un disco en solitario algún día. La experiencia del único disco debió quitarles las ganas de más. Se hizo más interesante volver al sanatorio o a la granja a hacerse cargo de los pollos.

Consiguieron de un solo golpe un sonido que ya quisieran un montón de bandas con muchísimo más nombre. Son Jeff Buckley en una secta desquiciada. Un desgarro de realidad y un baño de crudeza que no renuncia a la belleza. La belleza, la épica y la esperanza subyacen en todas sus canciones de un modo u otro, esperando a reventar en un coro multitudinario, una sinfonía de electricidad o un estribillo arrebatador de los que erizan el vello. O estos tipos son tres impostores o son la mayor rareza y el mayor despliegue de autenticidad rock en las últimas décadas.






Texas-Jerusalem Crossroads es su testimonio. Una especie de canto al apocalípsis. El concepto es que el apocalipsis está cerca y Texas va a ser su escenario inicial. Este tema tan cotidiano ronda la letra de todas las canciones. Parecen salmos de un predicador ido de olla. Envuelto en esas guitarras ascendentes empiezas a creerte que en efecto algo va a pasar en Texas. El apocalípsis o que más de uno va a estrenar camisa de fuerza, pero algo seguro va a pasar. Fuera de tonterías, el doble album está lleno de principio a fin de canciones excelentes subrayadas con gancho melódico. Furia, locura, casi silencio absoluto, guitarreo manchado de delay grandioso y un bajo y una batería unidos con loctite. Se hacen entrañables y muchísimo más disfrutables de lo que pudiera parecer en una primera impresión. Despojándoles de todo el discurso mesiánico, creo que sólo se trata de tres locos cuerdos con capacidad de dar con grandes canciones con las que escapar del desierto.
Me encanta esa anotación en el libreto del album "todos los sonidos han salido de un bajo, una batería y una guitarra".





Lift to Experience son un caso aparte en la música actual o en la de cualquier tiempo. Ya al principio de este blog dije que trataría de centrarme en bandas o artistas con todo o gran parte del recorrido hecho, no un grupo con un disco. En fin, caso aparte. Como cierre, Josh T. Pearson en un fragmento de una de sus actuaciones. No es muy representativo de lo que encuentras en el album, sino más bien un desvarío eléctrico, una descarga de electricidad y locura, un sermón al límite con una guitarra descacharrada y patadas al suelo a modo de golpes de truenos. O algo parecido. Ojalá el cruce de caminos Texas-Jerusalem tenga continuación.



EPISODIO 24. JOY DIVISION.



Una atmósfera sintética y solemne. Timbales nerviosos. Un bajo oscilante a través de una preciosa melodía. Una voz funesta y ceremoniosa que parace llamar a sus fieles a congregarse alrededor de algún tipo de ceremonia. Una voz funesta y un tanto impostada, pero en su sitio. Era Atmosphere, la primera noticia que tuve de la existencia de Joy Division y Ian Curtis.



Más tarde me encontré con Love will tear us apart ( "cuando la rutina dé mordiscos y la ambición se arrastre, cuando el resentimiento crezca, pero no las emociones..."), un himno desarmante dotado de un extraño romanticismo pesimista y mágico.



Joy Division capturaron el amateurismo y la urgencia del punk cuando las tonadas comerciales horrorosamente producidas de los ochenta empezaban a copar el espectro sonoro. La cavernosa voz de Ian Curtis daba el hilo conductor a temas de un post-punk nervioso y anfetamínico. No resulta fácil encontrar una banda cuya sombra se estire tanto hacia los grupos que nacerían después. Desde los primeros The Cure a Interpol hay un largo reguero de combos fascinados, de un modo u otro, con el significado de Joy Division.

Supieron dar un giro impensable. De la crudeza punk de los inicios, simpre con las letras torturadas de Ian Curtis tirando del carro, viraron hacia un sonido mucho más rico y trabajado. Las melodías se volvieron misteriosas, no simplemente por salir de una caverna (eso recuerda la voz y el modo en que está grabada), sino por apuntar a un mundo de referentes impropios del punk. Entraron en escena los sintetizadores, a los que dieron un uso emocional y atmosférico. Nada que ver con el pop saltarín y tontorrón tan en boga a su alrededor, ni con el punk del que emergían. Su años fueron demasiado breves y convulsos. Jaleos con discográficas, discos que no pueden editarse, giras suspendidas. Sólo tras el ahorcamiento de Ian Curtis sus canciones trascendieron un ámbito underground. Llegaron las ediciones y reediciones. Por encima del mito de malditismo que rodeó a la banda (por mucho que el mito vaya unido a estas canciones), quedan grabaciones rebosantes de energía primitiva y autenticidad.


EPISODIO 23. ELBOW.



Elbow sobresalen entre las bandas de rock con ganas de experimentar nacidas en la primera década de este siglo. Prolíficos en momentos brillantes esparcidos a lo largo de sus cuatro discos, donde me resultan insuperables es en su papel de creadores de canciones lentas, envolventes y emocionantes, abrigadas de atmósferas y cantadas con equilibrio y sin falsa afectación. Pero Elbow tienen más caras y pueden mostrarse entre coros gospel o electrificados, siempre en canciones arregladas y producidas con tremenda elegancia y efectividad. Órganos sutiles suspendidos sobre las canciones y discretas líneas de piano siguiendo el patrón de baterías matemáticas.






Elbow recurren habitualmente a escasos elementos para ir dando forma a los temas. La voz cargada de humanidad de Guy Garvey encuentra su hueco entre las reducidas notas del piano y las atmósferas. Las canciones crecen a continuación y se sumergen en la épica melancólica y pacífica tan habitual en los discos de Elbow. Tienen algo de coro parroquial en esa espiritualidad reconfortante que reina sobre gran parte de su repertorio. Preocupados por la densidad de los ambientes, las texturas repletas de nostalgias y áticos polvorientos, los ritmos infalibles, las progresiones y explosiones en verdadera sinfonía que les acerca al rock que quiere romper patrones y no calcarlos.






Es frecuente, en medio de esa escasez de elementos con la que suelen armar las canciones, que irrumpa un quiebro altisonante, un órgano, un coro femenino llevando la canción de la parquedad a la sinfonía, apuntando hacia las alturas.Basta escuchar pedazos de música como Switching off o Newborn para rendirse a la evidencia.






En este enlace, la intervención en directo de Elbow para el programa Morning becomes eclectic de la emisora de radio KCRW:
http://www.kcrw.com/media-player/mediaPlayer2.html?type=video&id=mb060407elbow

EPISODIO 22. ECHO & THE BUNNYMEN.



Ian McCulloch y compañía fueron uno de esos grupos en los que el rock con cosas que decir se refugió a principios de los 80. Sin ellos, la travesía por la década más hortera y olvidable de la música moderna habría sido simplemente insufrible. En medio de la frivolidad tontorrona , cutre e inofensiava, de los sintetizadores sonrojantes y las canciones pop concebidas como producto consumible a base de estribillo pegajoso, Echo & the Bunnymen proponían canciones llevadas por baterías vigorosas y gruitarras limpias e imaginativas. Todo un alivio en los años en los que la música popular tendió a hacerse enlatada, facilona y de atrezzo.






Crocodiles o Heaven up here son muestras de un rock urgente, a ratos oscuro, a ratos cargados del eco ácido de bandas como Jefferson Airplane. Proclamando su personalidad, Echo & the Bunnymen parecían contar con un montón de rasgos heredados de otras bandas y referencias, Joy Division, The Cure, The Buzzcocks, el rock gótico, Jim Morrison, el post-punk. El abanico de la banda era amplio y les daba ventaja en momentos en que la música con guitarras parecía arrinconada, herida de muerte y poco creíble.

Un largo palmarés de discos excelentes, de canciones imborrables, silencios, parones y vueltas al ruedo en plena forma, proyectos en solitario.



En ese momento crucial en el que una banda con todo dicho se enfrenta a su propia historia y a la idea de retomar el estudio de grabación, tras seis años de silencio, Echo & the Bunnymen se marcaron un sobresaliente Siberia. En ese momento en el que muchos entierran su propia leyenda, sin el empuje juvenil de las primeras grabaciones y sonando a refritos sin ideas de sí mismos, los de McCulloch pusieron todo el oficio en un disco que hasta el último segundo no para de dar canciones de 2005 que podrían ser de 1985 o de 2025; dejan bien alto la historia de la banda a base de entonaciones y estribillos que no puedes imaginar más en su sitio; guitarras recuperando los mejores colores de su sonido, canciones perfectas, límpidas, claras y de trazado simple. Echo & the Bunnymen homenajeándose a sí mismos y al gusto por hacer música entrañable, accesible y a la vez especial. Una banda que quizá nunca ha gozado de pleno reconocimiento en círculos amplios, aunque eso qué importa.
Me sacan la sonrisa y me rellenan de ganas.

EPISODIO 21. DEUS.





A través de sus grabaciones, los belgas dEUS fueron conformando un pequeño mundo de canciones dispuestas a tocar todos los palos. A veces extravagantes, ruidosos y progresivos, otras campestres y confesionales, otras rozados por el soul. Los conocí con Suds and soda...









...cinco minutos machacones llevados de la mano de un violín constante, energético y adictivo. Descubrí una banda que se desenvolvía con soltura en fraseados hiphoperos entre el humo de un saxo enviciado, en desarrollos funk, en medios tiempos arreglados con elegancia. Un grupo ambicioso que no quería limitarse y conseguía sorprender de una canción a otra. Eclécticos, locos y circenses.



In a bar, under the sea y Worst case scenario perfilaron la personalidad y mostraron todas las caras posibles de deus. Su sonido se asentó a la altura de Ideal crash, quizá el disco que servía para concretar el carácter de sus composiciones, para hacerlos más focalizados y efectivos; también más accesibles, sin perder interés. Aquí la inspiración de la banda tocó muy alto y formó un album sin fecha de caducidad.
Su sonido se depuró con el tiempo, sacrificando parte de los toques excentricos de guitarra y de los fondos casi experimentales. La voz de Tom Barman parecía amoldarse con sabiduría a todas las caras posibles del sonido de la banda; aparecía en un primer plano, cantándote directo con ese tono de habitación, luego se fundía con su coro a voz en grito o se transformaba en un rapeador nasal y perverso en medio de un ambiente enrarecido.
dEUS poseen una considerable lista de canciones cercanas a la épica del rock de estadios (Put the freaks up front). Sus directos son de pronto una celebración de energía para una banda que saca las canciones de la instantánea que es la grabación en sí. Himnos rock dotados de personalidad y vida propia, ejecutados con euforia contagiosa.



La facilidad de deus para componer se ha mantenido intacta. También la incontestable calidad. En sus dos últimos discos, Pocket revolution y Vantage point, incorporan bajos sintéticos y eliminan casi todo atisbo de excentricidad. La búsqueda de una mayor sobriedad y contención. Los arreglos en su punto exacto de ebullición. Una vuelta a la forma tras rumores de separación y cambios de formación. Lo mejor es empezar por Ideal crash, para quien no los conozca. O el recopilatorio No more loud music para obtener una visión más completa.


EPISODIO 20. AFGHAN WHIGS.


Afghan Whigs eran el lado soul de los sonidos enfangados que empezaron a salir de los amplificadores de medio mundo desde principios de los noventa, aquella cosa llamada grunge y que los medios localizaron (como si de la irrupción de un brote vírico se tratase) en el estado norteamericano de Seattle.


Para mí fue escuchar el comienzo de Miles iz dead y rendirme. Eran el melodrama del grunge y firmaron alguno de los mejores discos de la década. Decadentes y emocionantes.
Me sigue conmocionando ver al pollito del video clip y la fiereza de la voz y las guitarras sigue sonando verdadera.
Los alumnos aventajados del grunge llevaban ritmo negro en las venas. Unido a las letras torturadas de Greg Dulli, el resultado son lps como Gentlemen, Black Love, Congregation o 1965, simplemente atemporales, como quietos en el espacio en el que se quedan las grabaciones realmente esenciales.
La urgencia y visceralidad en la voz de Dulli puede convertirse de pronto en confesión y susurro. Luego regresa a la desesperación, a gritarle al desamor, a mostarle los dientes a la negrura.



Entre tanta pose, superficialidad y ausencia de contenidos, Afghan Whigs no dieron más que razones para seguir creyendo en la capacidad de la música de mantenernos vivos. Devoción. Credibilidad.



Impagable discografía la de los Afghan Whigs. Tras la disolución, Dulli formó The Twilight Singers, con quienes ya ha ofrecido tres lps. La senda es la misma. Profundiza en las líneas generales, en sonido, intenciones, formas y fondo, que dejaron diseñadas Afghan Whigs. Toda la fiereza desesperada de su voz se conserva intacta en la colaboración con Mark Lanegan, The Gutter Twins.




miércoles, 16 de julio de 2008

EPISODIO 19. SIX BY SEVEN.




Una de las contadísimas bandas británicas que desde los noventa hasta hoy ha mantenido una postura combativa y no acomodaticia. Las enseñanzas de Jesus and Mary Chain, ruidismo y melodía, enfado constante, guitarras para ambientar el mundo y salvarse de él. Si estamos de acuerdo en que no son tiempos de festividades si no es bajo el prisma de la absoluta estúpida frivolidad, Six by seven bien podrían ser la banda sonora de esta película.
Carrera con altibajos y frecuentes cambios de formación. Chris Olley terminó encerrándose en la habitación y sustituyendo a toda la banda por un programa de ordenador que le hiciese bajos, baterías y ambientaciones para poder seguir virtiendo la misma bilis. Increíblemente salvó los muebles y mantuvo gran parte de la calidad y toda la garra. Con más oscuridad y mala leche, claro. Desde entonces sus lanzamientos son incontenibles y cada pocos meses tiene una hornada nueva de temas.
Una de las marcas de la casa son esos temas abigarrados y densos en los que Six by seven persiguen y capturan tensión. La alimentan y se alimentan de ella. Juegan con ella como si fuese una pelota.













Una especie en extinción en el rock británico, demasiado dado a los bombazos de última hora y a sacar un nuevo mejor grupo del siglo cada cuarto de hora. En lugar de eso, Six by seven representan la fidelidad a un sonido y la búsqueda de sus límites. Una honestidad garrula y perseverante que hace de sus discos una delicia descarnada. Poseen tambíen un raro lado comatoso y febril con canciones llevadas por una guitarra acústica entre ambientes malsanos. Parecen arrastrarse entre una especie de belleza enfermiza en canciones como July, august and winter (el siguiente enlace corresponde a su video). Me desarman tanto en estos momentos como cuando crean y vacilan con la tensión y el nervio rockero.





Creadores de canciones redondas y lps memorables, The closer I get, The way I feel today (ambos con procesos de grabación simplemente opuestos: el primero con un intenso trabajo de estudio, el segundo sin un solo overdub, a pelo, según va), O4, Left luggage at Peverill Hotel... Toda su discografía merece una y muchas escuchas. Drone pop, rock con vísceras, florituras las justas. En directo desplegaban una energía sinceramente demoledora. El último lanzamiento hasta la fecha es Any colour as long as it..s black, precisamente el mejor modo de acercarse a conocer su sonido. Recopila algunos de sus mejores temas, más un dvd con nueve clips y un corto film. Ojalá no sea su epitafio.







EPISODIO 18. ANDREW BIRD.



Andrés Pájaro, casi nada. Había que prestar atención a un tipo con cutro discos anónimos y olvidados que irrumpe con el quinto y parece captar misteriosamente la atención de todo el (pequeño) mundo alternativo. Aquella "Misteriosa producción de huevos" al fin nos puso sobre su pista. Andrew Bird ofrecía una extraña mezcla de pop de lujo hecho con clase, rock y folk. Ecos de Jeff Buckley en el cantar y estructuras intrincadas que volvían sobre sí mismas. Aires fronterizos, desierto y placidez. Recorridos emocionantes a lo largo de multitud de tradiciones y un modo de hacer indiscutiblemente suyo. La omnipresencia de su violín se hacía marca de la casa.
Su disco anterior a Mysterious production of eggs, Weather Systems, había significado una dirección completamente nueva respecto a sus grabaciones primerizas. El resultado eran canciones ricas, aparentemente sencillas, gusto a raudales, el acierto de un creador en un momento inmejorable.

Armchair apochrypha fue la siguiente entrega y última hasta la fecha. He de darle más escuchas. Hay un cambio de sentido hacia canciones unas décimas más convencionales que se escuchan con innegable deleite. Hay creadores tocados con ese no se qué que hace la escucha un placer. Deteniéndome en la escucha me pregunto si es cuestión de algún tipo de hechizo, un truco de producción, algo. Supongo que son esos arreglos. Esa complejidad oculta en sencillez. Ese aire inocente con el que se pueden decir todas las cosas del mundo sin resultar evidente.

Adoro sus tres últimos discos. Me impresiona su forma de trabajar los temas en directo. Habitualmente toca acompañado únicamente por un batería. Va trazando una a una las líneas melódicas de la canción y las va capturando una a una a través de un pedal que loopea y dispara lo interpretado. La soltura con la que realiza el proceso es sorprendente y el efecto resulta coherente, no un truco de mago. Las canciones se van poblando y poblando de fraseos de violín, silbidos...





En este enlace puedes ver una actuación de Andrew Bird para el programa Morning becomes eclectic de la emisora KCRW:
http://www.kcrw.com/media-player/mediaPlayer2.html?type=video&id=mb050406andrew_bird

EPISODIO 17. WILCO.


Creadores de canciones en mayúsculas. Jeff Tweedy y compañía empezaron fuerte con Being There anticipando una carrera de lps enormes. Todas las marcas de la casa quedaron anunciadas allí. Psicodelia dándose la mano con country, pop con pulso con toques soul y orquestaciones. La banda tiene un extenso historial de mal rollo y deserción y Jeff Tweedy ha resucitado más veces que Ángel Cristo. Discos gigantescos rebosantes de gigantes canciones, Summerteeth, Yanquee Hotel Foxtrot, A ghost is born, Sky blue Sky. Pocas bandas (o ninguna) han sabido experimentar de un modo radical (como hicieron en Yanquee...) partiendo de bases tan clásicas. Encima, lo hicieron con resultados espectaculares.



Se hicieron por momentos una banda de rock progresivo con dinámicas sugerentes que a la siguiente canción retornaba a otra lectura personal de las raíces del country. Mención aparte para las producciones de O´rourke, al que habría que dedicar un capítulo. La voz de Tweedy se me hace tan de la familia que me entra (y me resulta creíble) todo lo que canta.





A estas alturas me da igual que experimenten o desciendan a los patrones más convencionales, que jueguen a ser los Sonic Youth del country o se muestren pop o power pop. Me da igual. Su último intento, Sky blue sky parece descender en pretensiones creativas (dejan atrás la experimentación por un sonido más organico y acariciante), pero mantiene altísima la calidad. Lo dicho, ya da igual. Consistentes y fiables como un Mercedes de gama alta. Todo lo que tocan lo convierten en emocionantes pedazos de rock de raíces (más o menos tocado de experimentos, o carente de ellos). En directo la banda crece, improvisa, llevan las canciones con el pulso que les apetezca. Clasicismo bien entendido y superado a golpes de talento y personalidad.



EPISODIO 16, DINOSAUR JR.


J Mascis posee una voz quejosa, aguda y siempre jugando en el terreno del falsete. Como acompañamiento, nuestro protagonista ostenta un dominio espectacular de las seis cuerdas y una rompedora facilidad para el impacto melódico. Estamos frente a uno de los más altos creadores de canciones del rock alternativo. Apasionado del guitarreo y los guitarrazos, a J Mascis le encanta juguetear con la estructura de las canciones, los tiempos, los trucos efectuados con un guiño al batería en el momento en que no te lo esperas. Sus punteos son omnipresentes y estratosféricos, algo así como un modo de reivindicar el valor de hacer un solo (ese recurso técnico tan vilipendiado en manos del heavy metal para preadolescentes).



Su peculiarísimo cante choca y complementa a la perfección con temas casi siempre acelerados y cargados de electricidad. Sabe también pasearse por canciones lentas con ricas guitarras arpegiadas y arreglos orquestales. J Mascis es un Neil Young nacido en otra década, surgido del punk y el hardcore. Su culto se extiende a lo largo de más de veinticinco años, ofreciendo un puñado de grabaciones muy recomendables en las que nunca ha perdido una intención casi ramoniana de seguir un sonido y una actitud. You re living all over me, Green mind, Where you ve been, Bug, Without a sound...



Un freaky del underground rockero, incómodo cuando las luces se fijaron demasiado en él. Prefirió seguir haciendo buenos discos aunque fuesen seguidos únicamente por sus devotos. Beyond, el album de 2007 cuenta de nuevo con Lou Barlow y sus temas y la banda no ha hecho más que revitalizarse y coger fuerzas. Dinosaur Jr siempre me han dado optimismo con esos subidones de decibelios y feedback. Siempre me ha resultado llamativa esa mezcla de distorsión y delicadeza en la voz. El listón de calidad se ha mantenido a lo largo de las décadas dentro de niveles más que aceptables, quizá nunca rompiendo, pero consolidando a la postre una de las discografías más sólidas y llamativas de la galaxia alternativa.



EPISODIO 15, MIGALA.




Migala llegaron como una ventolada de ideas en el siempre precario panorama patrio. Los dieciocho temas de su primer impacto, Diciembre 3 a.m, desplegaban una puesta en escena que incluía casiotones y electrónica de baratillo, samples rudimentarios tomados de tv y una exposición clara y orgullosa de influencias digeridas con talento. Aquí no había nada de las amenudo sonrojantes deudas a los referentes angloamericanos, ése "escucho música en inglés y canto en inglés, aunque no sepa, porque mola más", tan seguido en los noventa. Ya en ese primer album se presentaban como un colectivo con personalidad y canciones sorprendentemente cálidas y hermosas.

La filosofía del háztelo tú mismo aplicada con ausencia de complejos y generosidad de argumentos musicales. "Isabella afterhours", aún hoy, me transmite un montón de emociones. Una melodía de nana puesta en la grave y comedida voz de Abel Hernández sobre campanitas de casio y cajas de ritmos; una de esas canciones sobre las que vuelvo y vuelvo y me hacen imposible pensar en un sonido mejor mientras duran y me sumergen, después, en un recuerdo con sonrisas de niño.
Así duele un verano, Arde y La gran aventura vendrían a completar el cuadro de Migala. Sus fórmulas se perfeccionaron y pulieron, pero el salto de la grabadora de cuatro pistas hacia mayores medios (no mucho mayores: continuaron grabando en casa) sólo les restó inocencia y un pelo de frescura, no autenticidad.







Los madrileños, como no, predicaron en el desierto. Ningún código penal castiga aún el hacer oídos sordos a las propuestas musicales de verdadero interés. Cuando no tengo sus discos cerca suelo acordarme de sus mejores momentos y espero impaciente a volver a tocar esos cds. "Regular storm sounds", "The whale", "Low of defenses", "High of defenses", "A fistfull...", son un puñado enorme de canciones-aciertos en un grupo que destaca sobremanera por la facilidad de hacer discos en bloque; canciones concretas enlazadas entre pasajes sonoros más o menos bizarros que van llevándote de la mano con seguridad hasta el próximo momento álgido.
Grandes, inexplicables. Desde la sencillez y la abundancia de talento, Migala fueron maestros en exhibir una belleza herida de nostalgia. En "On not given farewells", el tráfico de alguna carretera nacional resuena de fondo. Una foto para que los sonidos de la habitación no mueran. "Estoy con las defensas bajas, humo sin fuego, solitario".



El hijo es el nuevo proyecto de Abel Hernández, una grata, gratísima sorpresa tras el silencio un tanto apabullante dejado a la muerte de Migala. Acercamiento a otros enfoques musicales (aflamencamientos incluídos), letras (bastante dignas) en castellano, Nacho Vegas en el punto de mira y un lp llamado Las otras vidas que merece muchas escuchas. A continuación dos videos más de Migala, pero antes una maravillosa muestra de lo que ofrece Abel en el proyecto El Hijo. Seguiré a la escucha y a la espera.







EPISODIO 14. EARLY DAY MINERS.


Se trata de una de las bandas de mayor solidez e interés en lo que llevamos de milenio. Situados a medio camino entre la búsqueda de canciones estructuradas de un modo más o menos convencional y la tendencia a dejar que las guitarras hablen por sí solas en vaharadas de deelay y retroalimentación. Lo primero que me hizo seguidor incondicional de Early Day Miners son precisamente sus guitarras. Aquí no hay brutales despliegues de potencia, sino sutilidad, sonidos cristalinos y marañas de guitarras repicando una sobre otra. Contemplativos y atmosféricos, me encanta su morosidad a la hora de desarrollar los temas. De mientras, la voz parece estar susurrándote al oído, como aceptando una posición humilde que la hace ser un elemento subordinado a las atmósferas teñidas de órganos flotantes y sinuosas guitarras.



Asentaron su fórmula con Placer Found y desde ahí crecieron. Let us garlands bring, Sonograph ep, Jefferson at rest, All harms ends here y Offshore son sus logros hasta la fecha, capítulos de un sonido en el que creen y en el que nos hacen creer. Slowcore y detenimiento para degustar cada paisaje sonoro.



Es Jefferson at Rest el momento en que parecen perfilarse como grupo y sonido. Si otras bandas irrumpen con un primer disco impactante y más tarde, de un modo u otro, tratan de regresar a ese inicio, bien por falta de ideas, bien por haberse perdido en el camino, lo de Early Day Miners parece más bien un tanteo; un camino de lo abstracto a lo concreto y un par de lps iniciales necesarios para encontrar la definición. En Jefferson, los paisajes se hacen canciones; la voz rompe su timidez enfermiza y se atreve con los primeros estribillos. Las guitarras ganan capacidad evocadora y empiezan a conseguir un verdadero engarze con los ambientes y los ritmos.
Lo que se me hace más curioso en la evolución de la banda es que hayan necesitado todo este tiempo para llegar a su última entrega y que sea en ésta donde lo dicho alcanza su grado máximo. Offshore son un puñado de canciones concebidas como una sola y todos los ingredientes de la casa ejecutados en plenitud. Siendo excelentes sus cuatro lps previos, basta escuchar los tres primeros cortes de Offshore (enlazados como una sola canción), para caer en la cuenta de que algo ha pasado en el camino. Las guitarras intrincadas ganan toneladas de expresividad, la batería ha adquirido un pulso nuevo. Hay mayor oscuridad y ensoñación y fuerza y misterio. "Sans Revival", tercer corte, aúna todos sus aciertos y es su cumbre hasta la fecha. Sonidos para que el mundo exterior, circule a la velocidad a la que circule, no resulte nefasto.



EPISODIO 13. SPIRITUALIZED.


Del final de Spacemen 3 (banda de rock espacial, animadores indiscutibles del último tramo de los ochenta), de leer sobre la alargada sombra de Velvet Underground y de las drogas nació la necesidad de Jason Pierce de montar Spiritualized.
Tomar drogas para hacer música para tomar drogas para hacer música para... Melodías guiadas por láser, rezaba su primer album. Pop soñador a rebosar de mantras, voces reverberantes que van y vienen por encima de la mezcla, repetición y calma. Una especie de chill out (odioso término inventado para definir música de plástico) orgánico, ácido y capaz de embuirte desde las primeras notas en un discurso de mantras que terminan por llevarte a una explosión sosegada, sin violencia apenas.
"Cada día me levanto y tomo mi medicación y me paso el resto del día esperando a que haga efecto". Jason Pierce se dedicó desde entonces a encontrar un sonido a la altura de lo que puede llegarse a sentir. Una orquesta grande con corazones rotos acoplándose de fondo en marejadas de feedback. Halló en numerosos momentos una música enorme, siempre tendiendo a la implicación extrema. Desesperación extrema, rabia hasta el fondo, pena profunda, extrema necesidad de abrazar la calma. Llegó al gospel y convirtió sus fraseados circulares en los de alguien que implora. Órganos infectados de eco. Música para catedrales especializadas en acoger a dementes muy cuerdos: los despojos de las calles en las que sólo sobreviven los corazones vacíos, las mentes puestas en blanco.



Jason Pierce refinó todo este mundo de referentes sonoros y vitales y consiguió un disco milagroso por su accesibilidad, Ladies and Gentlemen we´re floating in Space. Rock para ser lanzado al espacio. Un comienzo de coros cruzados sobre un canon orquestal que ya no se me borraría nunca daba paso a una experiencia musical sanadora.



Amazing grace fue directo a la yugular subiendo el volumen de las guitarras en un festín de electricidad intoxicada. Suciedad y perversión salida de la rabia y también nanas country para apaciguar ánimos. Gospel para acercarse a algún sitio. Señor, deja que llueva sobre mí. No cura, pero alivia. La vida tiene contraindicaciones. Necesito mi medicación.









En este enlace puedes ver un acústico de Jason Pierce para el programa de radio Morning becomes eclectic, KCRW:
http://www.kcrw.com/media-player/mediaPlayer2.html?type=video&id=mb080527spiritualized

EPISODIO 12. GODSPEED YOU BLACK EMPEROR.


Cuatro notas parsimoniosas de guitarra a las que se suman trompetas estiradas en un contrapunto agudo. El espacio se va ampliando con violines y cellos en progresión ascendente. Un ritmo militar de batería dispara la sintonía hasta toparse de morros con paisajes lejanos que van variando en la vista a cada instante.



Algo así era el comienzo de Lift your skinniy arms like antennas to heaven, el segundo album, terrible y pretencioso (en el mejor sentido posible), de estos canadienses. Estamos ante una grabación demoledora, intrincada, sobrenatural. Más de hora y media de duración; cortes de veintipico minutos que progresan hacia lo inesperado. El post-rock rompió el rock y ellos rompieron el post-rock cuando éste empezaba ya a hacerse previsible. La tensión que crean en los crescendos, con las pedaleras a tope y la sección de cuerdas y vientos echando humo, serviría para ilustrar bombardeos masivos. Toda la banda se queda suspendida en una nota y la intensidad aumenta hasta que no puede sujetarse más. Parecen escuadrones aéreos puestos en sintonía un segundo antes de soltar la carga sobre una ciudad. GYBE hacen que me pregunte acerca del espacio que la banda reserva al oyente, frente a ellos, quieto, escuchando con mayor o menor interés, pero seguro que lejos de la indiferencia. Mi impresión y mi experiencia personal es que el oyente ha de trabajar aquí mucho más que con la mayoría de propuestas musicales. Ha de aportar sus propios significados, sugerencias, intuiciones, sus miedos y sus sueños. Lejísimos del mundo comercial y del "dámelo todo masticado para que yo no piense", hay otros mundos posibles.



Experimentos de ruído blanco, voces radiofónicas cruzándose sin aparente sentido y parones donde todo desaparece excepto unos cellos profundos. Se trata de una burrada sonora pepetrada con radicalidad en pos de crear sensaciones fuertes. Como oyente, el disco me da descansos, hace que mi interés baje al nivel básico de hilo musical; de repente, vuelve a capturarme con un quiebro inesperado y suben los decibelios y el traqueteo se acelera. Y ahí está otra vez, un sobrecogimiento y los pelos de punta. Apabullantes demostraciones de una orquesta rock lista para enfrentarse a ejércitos.



Completan su discografía F/A/ Infinity y Yanqui U.X.O, amén de algún ep de tirada limitada. Godspeed esparcen por todas sus grabaciones el intento descrito de crear una música expansiva que te lleva hacia el crescendo seguro. Aún así, lo hacen a través de caminos poco trillados, siempre tratando de escapar de los patrones usuales en cualquier banda que haya pretendido hacer un rock orquestal profundo y subido de decibelios. Funcionan como un colectivo multimedia, músicos, videocreadores. Varios miembros de GYBE componen también el interesante proyecto A Silver Mt. Zion.
La música de Godspeed You Black Emperor es incomprensible tomada en fragmentos; podría resultar enervante, paranoica o simplemente aburrida. Ha de ser percibida en dosis largas como la duración del album. Una escucha puntual ni siquiera serviría para hacerse una idea del potencial bruto y salvaje de la banda.

EPISODIO 11. THE POSIES.




Jon Auer y Ken Stringfellow son los culpables de varios de los latigazos de pop-rock más lúcidos y hechos con mejor gusto de las últimas dos décadas. Con los pies anclados en el pop vocal sesentero e influencias garage, siempre buscando la armonía y el coro perfecto, debutaron con Dear 23. Con el permiso de Lemonheads y Teenage Fan Club, la perfecta banda de pop del que rockea.


Pero el mundo estaba en otra cosa. Para llegar al público masivo adolescente tendrían que haber soltado las guitarras, haberse puesto en manos de un productor comercial y currarse coreografías lamentables. Eso que ganamos.
Con Froasting on the beater se hicieron mayores. Empezaron a mirarse a ellos mismos y sus canciones se despegaron de sus referentes. El dúo compositivo demostró asombrosa capacidad para empaquetar doce singles de una tacada. Temas plagados de energía, coros inolvidables, estribillos que se te quedaban para siempre y guitarras más que interesantes que nada tienen que ver con el pop entendido como producto insípido en cuya factura debe eliminarse todo lo que pueda ser altisonante para un oído común. Se trataba de pop enérgico en estado de gracia.



Luego llegaría Amazing Disgrace y prácticamente repitieron la jugada e igualaron, o incluso alzaron, la calidad. Success y A kind of light, éste tras varios años de separación, completan su carrera. Auer y Stringfellow cuentan con notables lps en solitario. La impresionante máquina compositiva de sus mejores años ha menguado, pero son dos creadores muy a tener en cuenta. Stringfellow es habitual como guitarra a sueldo en las giras de Rem y ha firmado ya tres discos notables. Jon Auer rescató parte del encanto con Songs from the year of our demise.
La producción y la espectacular calidad de sus canciones hace que Frosting, Amazing o Success suenen incluso mejor aún hoy en día. No puede decirse lo mismo de muchos discos de hace diez años o de hace diez minutos. Canciones que saben a dónde van desde el segundo inicial. Pop engrandecido con recursos, cortes de batería, parones, cambios rítmicos, refuerzos guitarreros, todo ello interpretado con pulso y buen hacer. La riqueza melódica de los fraseados de Auer y Stringfellow no ha encontrado rival en el pop rockero alternativo. Piezas como "Please return it" merecerían figurar en cualquier resumen musical coherente entorno a esa cosa llamada rock.

EPISODIO 10. YNDI HALDA.


La banda usa esta frase para definirse: "Tocamos en un granero en lo alto de una colina y abrimos la puerta doble para ver el sol levantarse y caer. Jugueteamos con los perros que habitan el granero".
Esta es la historia de unos escolares con un amigo que toca el violín. Deciden juguetear con sus guitarras para evitar el aburrimiento. Con diecisiete años comienzan a tomárselo en serio. Tardan tres años en parir esta anomalía sonora llamada Enjoy Eternal Bliss, tres temas (cuatro en la versión nipona) grabados en el famoso granero.
Reconozco mi fascinación absoluta por este puñado de canciones y por la banda. Actualmente preparan disco.

Otra vez el post rock, los desarrollos leeeentos, la subida muy poquito a poco de intensidad y la explosión en la cresta de la ola. Vale, nada nuevo. Aún así, el transcurrir de las canciones me resulta mucho más impactante, sobrecogedor y emocionante (esos son los supuestos efectos de cualquier banda que de un modo u otro practique el género) que el de muchas otras intentonas. Las tres canciones (la edición japonesa añade una cuarta que no contribuye a mejorar el disco, a mi entender) resultan casi gemelas en desarrollo e intenciones. Violines ralentizados y repetitivos, baterías a ritmo de marcha militar cuando la cosa comienza a cobrar vida, muros sónicos para subrayar la cima de unos cuantos minutos de belleza circular.
Hay algo de clásica como es obvio. Música clásica morosa y contemplativa. Pero pueden llegar a ser realmente punzantes y emotivos según van cayendo los minutos. De hecho eso es lo que consiguen estas canciones que duelen y te levantan. Épica de días nublados llamando al sol.


(no he podido encontrar un video decente, recomiendo fervientemente escucharles)

Son canciones que se estiran hasta los 16 minutos. Instrumentales como marca el género. La recompensa es alta en emoción y sobre todo en ensoñación, aunque supongo que a mucha gente le resultará un peñazo insoportable al minuto y medio. Qué se le va a hacer.
Yndi Halda parecen haber encontrado una fórmula terrible de belleza, sosiego, orquestación, rock, sueños y electricidad. Son una de las bandas que no paro de escuchar y redescubrir en los últimos tiempos, aunque requieren una dosificación exhaustiva. Uno no está para estos choques emocionales de contínuo. Quiero más canciones!

EPISODIO 9. SUNNY DAY REAL STATE.


Sunny Day Real Estate hicieron el hardcore accesible. Apuntaron a la piel, para erizarla, más que a la víscera. La crudeza y melodía del grunge llevada a terrenos de emoción. El lado romántico del hardcore. El lado ensoñador del grunge poco dado a mostrar caras sensibles.
Jeremy Enigk posee una voz que se ajusta perfectamente a lo dicho. El devenir rítmico de los temas muestra una riqueza poco asumible por muchas de las bandas cercanas en sonido e intenciones. A la postre, Sunny day real state conseguirían una breve (cuatro discos, un directo oficial, más la incipiente carrera de Jeremy Enigk en solitario), pero sólida e incuestionable discografía. Si The rising tide es su despedida, no se me ocurre un modo mejor de despedirse.
Rápidamente la base rítmica se hacía reconocible, las guitarras robustas y llenas de matices seguían después hasta preparar el colchón emocional requerido por la voz, a veces visceral, siempre misteriosa y punzante. Cualquiera de sus cuatro discos es más que recomendable.



"Encuéntrame allí -dice In circles, la primera vez que me capturaron en una ocasional escucha radiofónica- en el azul, donde las palabras no lo son y el sentimiento se mantiene. Sinceridad. Confía en mí para ser quien se arroje a tu puerta. Voy en círculos descendentes. Sueño con curar tus heridas aunque yo mismo me desangre".

"Ella está en mi cabeza como la televisión". Las obsesiones de Enigk mostradas en envoltorio emo. Una banda increíblemenet firme y un trabajo de guitarras que mira a Husker Dü o Fugazi. Siempre persiguiendo la intensidad y el estremecimiento y resultando creíbles en todos sus intentos. No impostación. "Bienvenido al mundo de Abel, donde el cuchillo del hermano está preparado para apuñalarte y la paranoia te mantiene saludable, los negocios peliagudos pueden hacerte rico, una vía de suero te ayuda cuando estás triste...".




La rudeza elemental de muchas bandas adosadas al fenómeno grunge fue fácilmente superada por la fuerza natural de sus canciones. Trascendían ese impulso en ocasiones un tanto básico. Para entenderlo sólo hace falta escuchar hoy en día a Sunny Day Real Estate y, pongamos por ejemplo, a Mudhoney o Tad. Las aventuras de Enigk pueden seguirse en los discos de Fire Theft. El resto de la banda, al menos la sección rítmica, eligió caminos más amplios y mundanos y fueron fichados para figurar en la plantilla de los Foo Fighters del ex-nirvanero Dave Grohl.

Apretar los dientes y sentir rabia y emoción fundidas, confundidas.

martes, 15 de julio de 2008

EPISODIO 8. NICK DRAKE.


Un inventor de canciones suaves y delicadas. Una voz que se levantaba lo justo por encima de la mezcla musical como queriendo alzarse ese centímetro que requiere la certeza emocional. Lujosas ornamentaciones de cámara. Folk para el otoño, celestas, flautas y secciones de cuerda. Guitarras acústicas con el toque exacto que da sentido a la transparencia del sentimiento. Five leaves left, su album inicial, 1969, parece hecho para largas tardes de otoño. Bandas sonoras para que la lluvia se derrame en la ventana y la tristeza, al final de la tarde, logre hacernos más intensos y mejores, no más tristes. Abrigos para un día con luz renqueante.
Sus grabaciones siguieron los mismos derroteros: intimismo estremecedor con la voz baja. Para Bryter Later, segundo lp, incorporó trompetas, saxofones, clavicordios, incluso improvisación jazzística, siempre con la acústica poniendo el esqueleto de cada canción. Su música se hizo un poco menos de habitación y más de banda, pero conservando íntegro ese espíritu de recogimiento íntimo y de caricia. Su tercera y última grabación, Pink Moon, retornó a la desnudez absoluta. Se hizo más sombrío. Sus tres discos se me hacen increíblemente familiares y breves.




Desde Nick Drake no ha habido compositor armado con guitarra acústica e intención de apuntar hacia el espacio de la sensibilidad que no se haya visto tocado por su influjo. En un terreno tan pantanoso, en el que tan fácil es patinar y resultar demasiado afectado y nada creíble (ridículamente íntimo o ñoño), las composiciones de Nick Drake parecían fluir con total claridad y puntería. Los acompañamientos medidos y siempre al servicio de la canción. Esas progresiones de acordes arpegiados de acústica, que desde entonces quedaron erigidas como biblia del compositor intimista. Siempre es un gustazo escucharle, por mucho que en mi cabeza asocie a Nick Drake con hojas cayendo, con melancolía y mar furioso contra malecones y paseos marítimos en gris.
Sus grabaciones parecen superar el tiempo con desenvoltura. Nada en ellas parece estar fuera de sitio. Quizás sea de tanto escucharlo durante los años, lo cierto es que se me antoja que esa perfección cálida y ensoñadora no sería tal sin uno solo de los momentos de cada disco. Como si todo el cuento de hadas fuese a venirse abajo al quitar o modificar una sola línea. Música para tener caricias y masajes en esa melancolía soñadora que algunos padecemos.
Nick Drake detestaba tocar en directo. Llegó un momento en que deseó no grabar nunca más. Se quitó la vida poco después. Mientras duró su breve carrera, su música apenas contó con reconocimiento.



EPISODIO 7. MY BLOODY VALENTINE.


My Bloody Valentine vinieron a definir una nueva relación posible entre el ruído y el pop, entre las formas de distorsión y la escritura de canciones en la música moderna. Varios eps y un primer largo, Isnt anything, anticiparon la dirección sónica de la banda de Kevin Shields. Me imagino a Kevin Shields obsesionado con sus pedaleras y sus mesas de grabación. Seguramente se aburrió con la perspectiva de seguir el camino más fácil. No quiso simplemente ceñirse a los patrones del rock y el punk rock; tampoco quiso ser un burdo seguidor de Jesus and Mary Chain o un imitador de tercera de Sonic Youth. Al escuchar sus canciones parece como si la estructura, la sección rítmica, la banda misma, hubiesen quedado sepultados bajo un nubarrón de distorsión hechizante. Éste es el hallazgo de Kevin Shields. Las convenciones están ahí, pero de fondo. Casi toda la canción queda volcada en el intento de conseguir un sonido nuevo que se escape del rock conocido. Las capas y capas de distorsión mágica que Kevin Shields imaginó para cubrir sus canciones hacen de sus discos toda una experiencia. Las guitarras se extienden como pintura y quedan difuminadas con el oleaje. Se alargan y comprimen como si el guitarrista estuviese jugando con el clavijero y destensase las cuerdas un instante. Lo cubren todo, pero dejan espacio para que, en la distancia, la canción sea reconocible. El efecto es sorprendente e innovador. Una estructura rockera más o menos convencional, más o menos inspirada, parecía repentinamente irradiar una extraña vaharada de misterio.



Después de Isn´t anything llegó Loveless. Eran principios de los noventa y para entonces la prensa británica ya se había inventado el término shoegaze para calificar lo que hacían My Bloody Valentine y lo que empezaron a hacer un montón de nuevas bandas. La fascinación con ese sonido nuevo, mitad distorsión ensoñadora, mitad ruído perdiéndose en un túnel, debió atrapar a Kevin Shields. Loveless es uno de mis discos favoritos por proponer esa ruptura y exponer tan grandes dosis de belleza y misterio. Las voces van y vienen, resuenan etéreas y en duermevela, se alargan unas décimas de segundo antes y después de ser emitidas por una garganta humana. Coros suspendidos que quedan flotando entre olas y olas de un ruído que no es ni amenazante, ni chirriante, ni nada de lo que se supone ha de resultar el ruído. Cuando hemos superado el impacto y el sonido empieza a ser asimilado quedan las excelentes canciones que dan esqueleto al experimento.



Pocas portadas tan reveladoras del contenido de un album, una guitarra desdibujada, una guitarra casi irreconocible.
Loveless fue curiosamente el testamento de los de Kevin Shields. Casi hundió su sello discográfico y dilapidó el adelanto para su tercer disco grabando dos intentos fracasados que no vieron la luz. Kevin Shields se desparramó en colaboraciones y producciones. Cuatro nuevos temas aparecieron en la banda sonora de la excelente Lost in translation. No puede decirse que lo suyo haya sido un carrerón y es una pena que no haya logrado una discografía más amplia bajo su nombre o bajo el de su banda. Aún asi, esas espirales de ruído que invita y no ahuyenta, que mece y te deja la mirada perdida, son una monstruosidad sonora digna de recordar y revivir en el aparato de música cada cierto tiempo. Rock desdibujado. Rock casi irreconocible.

EPISODIO 6. MANTA RAY.





Conocí a Manta Ray en un lejanísimo Bilbo Rock, en una iglesia de pronto tomada por gente con ganas de música y cerveza y ningún grupo reseñable. Sólo habían publicado una maqueta y sonaban a banda con ideas y bien soldada. La mejor banda española de los últimos veinte años. Experimentación, riesgo y referentes rarísimamente asumidos e interpretados por aquí. Kraut rock, noise y blues rock contagioso y marciano. Personalidad propia, sonido propio. Excelentes directos. Excelentes discos. Tenían todas las papeletas para pasar casi desapercibidos en el país de los albañiles cantantes y la música para mover las caderas.






Su primer lp se me ha quedado un poco viejo y no muestra en absoluto lo que la banda escondía. Aún así Tin Pan Alley me sigue poniendo los pelos de punta. Estratexa, Pequeñas Puertas, Torres de Electricidad, Esperanza, son diferentes caras de una banda inquieta y pasota ante la escasa respuesta y la incomprensión. Cada uno de sus discos es un bloque autónomo, una intención de sonar de un modo determinado. Manda el todo antes que la parte. Un homenaje a la búsqueda de sonidos. En eso son enormes. La música está hecha de sonidos. ¿Cómo no experimentar con ellos? Por saber, supieron incluso pasarse al castellano sin hacer el ridículo en letras o en pose. Conservaron el misterio sin exponerse demasiado a base de imágenes encerradas en sí mismas.
Aún siendo devoto de Pequeñas puertas, sus últimas grabaciones llegaron a gustarme incluso más. Que alguien me explique cómo pudieron grabar Extratexa o Torres de electricidad. Se convirtieron en una máquina de sonido plenamente orgánico. Música bruta para pieles sensibles. Crujientes bajos circulares y baterías con los parches agujereados. Torres de electricidad es una barrabasada fría, cruda, que te tienes que tragar tú solito sin ayuda de nadie. Y lo malo es que te gusta y repites.
Nunca la claustrofobia había dado tanto calor y sido tan real. Si poner en palabras lo que representa la música es tarea un tanto absurda, a medida que voy escribiendo caigo en la cuenta de que escribir sobre Manta ray se me hace absurdo y titánico. Entre las palabras se van a escapar todos los matices.
Nacho Vegas creció en el seno de la banda, pero eso es otra historia y merecería otro capítulo. También es destacable el proyecto paralelo Viva las Vegas y las colaboraciones con bandas como Diabologum o Cosmos y aquella noche en el Teatro Campoamor entre temas propios y rendiciones a bandas sonoras (El padrino, Cowboy de medianoche...). Memorables.