jueves, 30 de abril de 2009

EPISODIO 38. HOWE GELB.






A la música de Howe Gelb se le acoplan con facilidad todas las imágenes de desiertos sofocantes y carreteras infinitas que queramos. Moteles donde no se cambian las sábanas y zumbido de ventiladores. Una garganta casi llena de polvo que lleva cantándole a las cosas de la vida desde mediados de los 70. Rock desértico, country reseco adornado con ocasionales extravagancias. Su carrera se esparce por decenas de grabaciones más o menos pulidas. Bien bajo el nombre de Giant Sand (formación absolutamente cambiante según la temporada), bajo el suyo propio o como The band of blacky ranchette, o Arizona amp and alternator, es el autor de multitud de discos siempre tocados por un fluir sombrío y desastrado. Raramente ha buscado un sonido pulido creado en estudio. Ya sea con una banda, un coro gospel o el simple apoyo de una guitarra acústica, Howe Gelb prefiere lo crudo a lo cocinado, un sonido vivo que deja sitio a las imperfecciones y a los hallazgos de sonido aleatorios.





Gelb es un destacado guitarrista y pianista. Esos son sus acompañamientos básicos cuando publica las excelentes demos caseras a las que nos tiene acostumbrados (Down home). Siempre ha elegido grabar a su modo y según le apeteciese en cada momento. Después de veinte años haciendo discos más bien difusos de oscuro country distorsionado, Chore of enchantment hizo cambiar su suerte y le dio reconocimiento. Más gente empezó a fijarse en su voz oxidada y en sus excéntricas grabaciones, con un gusto de rareza y clasicismo que van de la mano. Pero supongo que Giant sand o Howe Gelb son una referencia poco accesible para los que no sean ya devotos.

Es la cabeza visible de un modo de entender la música que incluiría a Calexico, Friends of dean martinez, M Ward y John Parish. Arizona, "aquí la piel se convierte en cuero", sirve de imaginario y lugar espacioso y calmado donde grabar. Ese gusto se extiende por todo lo que toca Howe Gelb formando un imaginario poderoso. Las músicas de Morriconne en los films de Sergio Leone sirvieron al mismo propósito.
Además de Chore of enchantment y de sus múltiples grabaciones caseras y desnudas, discos como The love songs pueden gustar a más de uno. Yo no le haría ningún asco a Sno Angel like you y su coro gospel en mitad del crepúsculo; Provisions o Is all over the map son otros caminos para acercarse poco a poco a Howe Gelb.




Un tipo que está convencido de que en américa sólo se hace buena música cuando gobiernan los repúblicanos (con Nixon nació Hendrix, con el demócrata Carter, la música disco y con el también demócrata Clinton explotó el hip-hop) y que encara sus conciertos sin un listado de temas, para que la cosa fluya y para ahuyentar el alzhéimer, merece ser escuchado. El cerebro oficial de la americana.


miércoles, 29 de abril de 2009

EPISODIO 37. THE WHO.



¿Beatles o Rolling? Los Who.
Los Who redefinieron con sus primeros singles la idea de canción pop-rock aceptable mayoritariamente. Supieron hacerse una leyenda (la propaganda tuvo mucho que ver en esto) basada en conciertos incendiarios y kits de batería y guitarras destrozadas. Detrás de la campaña de imagen, The Who presentaban un set de canciones en deuda con los Kinks, el rock y el r & b, complejidad melódica y buenas armonías como era ley en cualquier grupo de la oleada inglesa de mediados de los sesenta que quisiera hacerse un hueco. En tiempos de "she loves you, yeah, yeah, yeah", ellos cantaban sobre un chico al que su madre viste de niña, peluca incluída. "Quiero darme un corte y ver la sangre, quiero regresar a casa cubierto de barro...soy un chico". Sus letras distaban de ser ñoñas producciones capaces de gustar por igual a abuelas y a adolescentes. En la ejecución, crujientes y caóticos redobles, amplificación a un nivel desconocido en la época, feedback, un bajo todo músculo.



The Who no hicieron discos con 96 pistas imposibles de llevar al directo. A diferencia de los shows de la mayoría de los creadores de hits de la época, sus directos sonaban a reinterpretación furiosa, no a engaño. La misma energía de la grabación multiplicada en decibelios e intensidad, con todos los efectismos de puesta en escena que fuesen necesarios.
La seguridad de tener un respaldo en ventas les llevó paulatinamente a crear discos fragmentarios y conceptuales. Sell out me parece su disco más disfrutable. Una especie de emisión de radio en la que encontramos cuñas publicitarias intercaladas con algunas de sus mejores canciones (curiosamente, Sell out creo que no fue llevado al directo). Who´s next raya a su altura.
Su discografía es más breve de lo que pudiera pensar quien no se haya acercado a ellos y los conozca como otra de esas bandas dinosaurio de los 70. Tommy y Quadrophenia, aparte de la leyenda, son sobre todo dos discos de rock desacomplejado que se atreve con todas las emociones, tempos y estructuras. La lista de increíbles canciones en ambos discos hace que deban ser considerados tal cual, como colecciones de rock indispensable, sin la etiqueta de opera rock ni milongas similares.






Rock llegando a la máxima expresión del género conocida hasta la fecha, quitándose clichés (en letras y musicalmente) y cerrando de un portazo una etapa de oro. A finales de los setenta su historia puede considerarse finiquitada, Nos ahorraron multitud de grabaciones destrozando su propia historia (no miro a nadie). Durante todos estos años los supervivientes se han limitado a apariciones estelares y poco más. La extraña reaparición en el nuevo siglo me daba mucho miedo y no la he prestado suficiente atención; una sola escucha me deja decir que es un trabajo digno, aunque prefiero considerar la historia de la banda como algo que sucedió entre el 65 y el 78.

"Desde que era niño siempre he jugado con la bola plateada. He debido jugar en todos los lugares entre Soho y Brighton, pero no he visto nada como él...ese chico ciego y sordomudo juega al pinball increíblemente"


martes, 28 de abril de 2009

EPISODIO 36. NADA SURF.



Cinco buenos discos, muy buenos, y una sensación de haber estado siempre ahí, sin hacer mucho ruído, pero facturando power-pop o pop-rock de muy alto nivel. Nada surf parecen no saber hacer una mala canción. Parecen dotados de la facilidad para rellenar sus discos de estructuras que mutan a otra en periodos no superiores a cuarenta segundos.

Frescura y melodía; la voz de Matthew Caws, entre agridulce y aniñada, no sabes si optimista o pesimista o las dos cosas a la vez; buenas guitarras sin virtuosismo y vigoroso bajo acompañado de la enorme batería de Ira Elliot (ex-Fuzztones): ésas han sido sus armas desde el comienzo en una trayectoria que paulatinamente, disco tras disco, les ha hecho cada vez más básicos y relajados.



A lo mejor su status actual de banda bastante conocida (creo yo), pero fuera del radar de mucha gente, proviene de su inhabitual comienzo como banda. El grupo recién llegado con éxito masivo vía mtv (con una de sus peores canciones, como el resto de su discografía vendría a demostrar). La discográfica rechazó la publicación de su segundo disco al estimar que no habían sido capaces de incluir un hit potencial similar a Popular. El caso es que el empeño de la banda les permitió sacar Proximity effect (quizá el disco de los neoyorkinos al que guardo más cariño) dos años después de lo previsto. Ese arranque con Hyperspace...
En cierto modo, Nada surf no han abandonado del todo el sentido enérgico de las primeras grabaciones. Esa especie de punk-pop estiloso. Lo que está claro es que a pasos agigantados han ido hacia un pop-rock con letras cada vez más interesantes y analíticas. En lo musical, el trayecto les ha llevado a una especie de claridad y honestidad sin capas de distorsión y grandes golpes de batería. Let go, The weight is a gift, Lucky...No es un grupo de himnos y canciones medianas. Se trata de entregar discos trabajados y sin desperdicio. Son expertos en eso.





Lucky vino con aires sosegegados. Limpias guitarras y colchones de hammond o cuerdas. Ecos de Byrds y Fountains of wayne; ecos de cualquier buena banda que haya intentado hacer pop-rock redondo y luminoso. El tono general es optimista, como si la banda asumiese haber llegado a un lugar que merece la pena después de unos cuantos años y lo devolviese con bonitas melodías. Nuevamente ésta es la fuerza de Nada surf, las melodías vocales y los coros en el momento justo. Por ejemplo, la canción que abre Lucky termina con tres melodías superpuestas, todo un alarde y una muestra de estar sobrado de ideas. Cada una de ellas habría sido una línea melódica para un buen estribillo de cualquier banda. De mientras, la letra ironiza sobre las juventudes perdidas. Parece dedicada a las nuevas bandas superexitosas inmersas en sus quince minutos de gloria..."nosotros fuímos lo que eres ahora, justo como nosotros tú serás polvo". Magistratura pop-rock.







En el siguiente enlace puedes ver a Nada Surf presentando Lucky para el programa Morning becomes eclectic, emisora KCRW;
http://www.kcrw.com/media-player/mediaPlayer2.html?type=video&id=mb080205nada_surf

lunes, 27 de abril de 2009

EPISODIO 35. THIS WILL DESTROY YOU.






Tarea complicada distinguir propuestas verdaderamente válidas de entre el aluvión increíble de bandas de rock instrumental. Esa cosa llamada post-rock, por entendernos, se ha convertido en el género más prolífico y expansivo (sus tentáculos han hecho que bandas stoner o metaleros confesados se desvíen visiblemente hacia unos postulados típicamente post-rock). El género parece tener escritas sus leyes elementales en piedra, como los mandamientos de Moisés; literalmente podemos encontrar miles de bandas, incipientes o ya en desarrollo, acogiéndose a estos mandatos. Me confieso un adicto del género y me es muy fácil disfrutar incluso de grabaciones que racionalmente yo mismo calificaría de aburridas, poco o nada creativas, tostones post-rock perpetrados por chicos con efectos caros y melodías trilladísimas y previsibles que se acaban de leer el manual postrockero de conducir. Reconozco que hay mucho de esto último en el estilo. Luego le colocamos un paisaje de tendidos eléctricos o carreteras en la llanura y ya tenemos portada. Otro disco post-rock para la picadora.

Lo cierto es que tal abundancia de bandas ha producido sus diamantes inevitablemente. The evpatoria report, God is an astronaut, Caspian, Saxon Shore, The american dollar, Tracer amc...por no hablar de Explosions in the sky, Mono, Gregor samsa, o los desgastados Mogwai.



Por elegir un camino propio y no limitarse a los trucos obvios del género y por crear auténticos pasajes de emocionalidad densa, hoy me gustaría entresacar de la lista a This will destroy you. Con tan sólo un lp, denominado como la banda, (además han grabado un notable ep en colaboración con Lymbyc Systym y una demo que acabó convirtiéndose en su aplaudido ep de debut, Young mountain), This will destroy you ya han demostrado su capacidad de trascender a la pesada etiqueta.
Young mountain es una presentación sorprendente de sus intenciones, más tratándose de una demo. Desde el primer corte se advierten las ganas de hacer música intensa y emocionante, mucho más que las ganas de hacer un disco de post-rock (lo que a mi modo de ver hace menos interesantes muchos discos). No cogen un dibujo de notas y repiten y repiten...y luego crece la distorsión, y luego el batería pasa a darle más fuerte a la copa,... y luego explotamos hasta atronar (y ya he dicho que soy adicto a la fórmula, qué le voy a hacer). This will destroy you presentan evolución frente a repetición. Nuevas líneas de melodía entran y la canción toma otro rumbo, no necesariamente hacia la explosión.




El album confirmó expectativas. Tan sólo la canción que lo cierra, Burial on the presidio banks, parece post-rock de academia. Por lo demás, su música es rica y compleja; retan al oyente y evitan constantemente caer en el camino obvio. El inicio del disco aún me resulta sobrecogedor y desde ahí consiguen redondear una magnífica grabación, tensa, hermosa y pletórica. La electrónica es palpable en bastantes de los temas, ritmos, chisporroteos, sampleados que actúan como un elemento justamente acoplado con el resto, no como una excentricidad metida con calzador.
No tratan de crear masivos crecendos en cada canción, lo cual es de agradecer. Invitan a la paciencia en temas no excesivamente largos; son meditativos, profusos en atmósfera. Las adicciones electrónicas casan perfectamente con capas de neblina de ruído controlado.





El motor tras las canciones es revitalizante para el oyente. Como es marca de la casa en un género casi cinematográfico, la música de This will destroy you anima a crear fácilmente imágenes, pero, por intentar ponerlo en palabras, no tendríamos árboles moribundos y luz otoñal, recreación mejor o peor conseguida de paisajes de tristeza congeladora: This will destroy you tiran hacia la reafirmación emocional, el día se abre y la energía rompe sobre las montañas. Pocas bandas del batallón del rock instrumental consiguen esa riqueza melódica e invitan tan delicadamente a sumergirse en una música retadora, hermosa, poderosamente cinematográfica. El oyente está en el centro y él coloca las palabras, si se las quiere colocar, y a él le corresponde crear las inevitables imágenes que la música va a disparar. Calman, consuelan y dan pequeños empujones de esperanza. Cuando aprietan, aprietan sólo un poquito y vuelve la calma.
Una trayectoria que merece la pena seguir.

domingo, 26 de abril de 2009

EPISODIO 34. EL COLUMPIO ASESINO.









Un ligero aliento subversivo en una escena lamentable. Del indie patrio quedaron contadísimas propuestas notables y mucha pose y tontería. Al menos en la punta visible del iceberg. No dudo que bajo las heladas aguas han continuado generándose grupos destacables. El columpio asesino posiblemente sea la banda más interesante y estimulante nacida por estos pagos en lo que llevamos de dosmiles. Básicamente punk. En actitud, en contenido. Da igual el envoltorio post-punk, pop, rock o electrónico. Punk para subvertir. Crudeza, lascivia, vísceras y ritmo en tiempos de dientes photoshopeados, pilates e imperio de la idiocracia. La música se supone que era esto; una banda con mensaje propio expresándose en canciones, capaz tanto de dominar la grabación en estudio y plasmar sus ideas del modo más creativo posible, como de controlar los mecanismos del directo y el escenario. El columpio asesino han conseguido ambas cosas en pocos años.





Capaces de presentar un album cantado en castellano, euskara e inglés sin que chirriase por los cuatro costados. Cultivadores de letras viciosas que infectan. Son como un gran erupto cuando todo el mundo está dormido. La escena alternativa local se atontó hasta límites insospechados en los últimos años; se hizo sospechosa y dolorosamente conservadora. Por este motivo El columpio se hizo imprescindible desde el primer corte. Además, en su vertiente energética y carnosa, su invitación a bailar poco tiene que ver con la frivolidad imperante. No bailas en una estúpida pista de local de moda, bailas en un putiferio donde no puedes descuidar la retaguardia; la excitación es verdadera y la noche será larga.
Su disco homónimo, De mi sangre a tus cuchillas y La gallina, amén de sus eps, son un silencioso terremoto (la repercusión en este entorno no podía ser tan grande como para llegar a los medios oficiales) en el escenario no-masivo nacional. Su mera presencia desenmascara a unos cuantos superalternativos con letras, sonidos y poses no tan alejadas de ot.



El columpio asesino han sabido crear un mundillo propio, corrupto y sanguinolento. La primera referencia que se me ocurre es Corcovado, en cuanto al gusto por revolcarse en un lenguaje torvo y sucio, por recrearse en metáforas nada comunes que aluden a los intestinos y la negrura de lo que somos. Fuera de ese posible lazo no veo otra banda o artista que se les pueda emparentar. Mucho se ha hablado de lo difícil que es encajar el castellano musicalmente, pero aquí hay otra muestra de que se puede hacer si se tiene el talento. Inventándose un paisaje propio, además.


EPISODIO 33. BILL CALLAHAN.



Nacido con el boom de los cuatro pistas y adicto a crear maquetas que recogían todas sus obsesiones y su mundo de soledades y desastres sentimentales, Bill Callahan ha terminado levantando un imperio sonoro (ya van unos catorce discos) que no deberíamos dejar pasar. Como el hierro con el que se marca el ganado, Callahan pone su voz de barítono un poco ebrio a multitud de canciones travestidas de distintas formas según la ocasión (y la época). Prácticamente toda su primera producción se basa en experimentos lo-fi, sampleados y loopeados, ritmos sacados del casio más barato. Híbridos un tanto freak de country y rock, también folk, marcados por la personal voz de Callahan. Quizá sea a la altura de Doctor came at down cuando las cosas empiezan a aclararse. Aquí Callahan consigue una suerte de folk espaciado con cada detalle en su sitio. Los sintetizadores se han convertido en cellos y la anarquía ha mutado a un clasicismo peculiar. Supone su album más interesante hasta entonces, el más profundo y oscuro.





Desde entonces todo ha sido sumar y sumar excelentes obras. El siguiente paso, Red apple falls (probablemente el mejor punto de inicio para conocer al personaje) presenta el lado más rítmico y lúdico, casi optimista. Piezas como I was a stranger, Blood red bird, Ex-con, siguen en la línea de fundir folk, rock y country al estilo Callahan. Su escritura se asienta ya para siempre como la de un excelso contador de historias. A cada nuevo paso sus entregas en forma de disco sorprenden por su consistencia. Knock knock, Dongs of sevotion, Rain on lens, Supper, A river ain´t too much to love. Se ha atrevido con ritmos casi funk (diamond dancer), se ha servido de las baterías de todo un miembro de Tortoise (dongs of sevotion) y, en definitiva, ha logrado consolidar una discografía muy recomendable de cabo a rabo. A lo dicho hay que sumarle los dos albums sacados bajo su propio nombre, dejando a un lado el alias Smog. Una lectura superficial nos hace pensar que Woke on a whale heart, su primer disco como Bill Callahan, supone un cambio de producción y orientación, aunque me resisto a verlo así. Opino que es, sin más, otro capítulo y otra encarnación sonora más. Sometimes I wish we were an eagle regresa al folk espaciado y calmado que ha practicado en muchos momentos llamándose Smog. Dentro de su rareza o peculiaridad, creo que Bill Callahan ha alcanzando un status de clasicismo con sus últimas grabaciones.





Un tipo con la soltura para plantarte frases de desarmante clarividencia cada dos por tres. Dotado de un humor ácido y de la facilidad para describir en pinceladas que dan en el clavo. "´Guíñale el ojo al cura...y cuando llegue el momento de tu discurso, cuéntales cómo lo hacíamos en la playa, con fuegos artificiales sobre nuestras cabezas" (Dress sexy at my funeral).
Me encanta en todas sus reencarnaciones. Jugar a trasladar al castellano sus canciones es toda una experiencia que sorprende a nivel literario. Hasta sus pasajes más oscuros me levantan el ánimo, de tan familiares. Cuando luce el rostro más festivo y sardónico me levanta la sonrisa y las manos dan palmadas en el canto del volante, malsiguiendo el ritmo. Aún así, cuando más me gusta es en sus grabaciones más parsimoniosas y espaciadas, cuando el menos es más y sólo se escucha una acústica y algún arreglo: ahí no tengo excusa para distraerme, me quedo indefenso y no tengo más salida que quedarme pensando en cada palabra que suelta y degustar cada inflexión de esa voz. Me enganché a este tipo en una de ésas.

sábado, 25 de abril de 2009

EPISODIO 32. RIDE.





Ride, o cómo firmar los momentos sonoros más excitantes de los primeros noventa y sucumbir a la desbandada cuando las cuentas no fueron las esperadas, ni las grabaciones estuvieron a la altura de los inicios. Sus primeros eps presentaban a una banda de dieciochoañeros practicando una muralla de sonido nutrida de trabajadas dinámicas rítmicas. Sobre los aires de neopsicodelia flotaban dos voces en duermevela y extraordinarias melodías. Las letras, quizá, nunca fueron su fuerte. Pecaban de impersonalidad y parecían en ocasiones sacadas de algún manual de frases hechas para bandas con no mucho que decir. Pero fueron grandes por un momento.









Nowhere y Going blank again, junto a todos los eps de estos primeros años, constituyen un legado difícil de olvidar. Sonido propio, voces soñadoras, melodías alargadas de rara belleza y coros capaces de alzarse sobre la distorsión y grabarse en la memoria. Eran alumnos aventajados en la generación que tuvo a bien fijarse en los logros y el impacto de My bloody valentine: Pale saints, Telescopes, Slowdive, Lush. Pese a su corta carrera, además cortada en seco con grabaciones desmerecedoras, Ride añadían frescura y excitación, también excelentes canciones, al juego con las murallas de sonido. El primer disco atesora un sonido oscuro y vibrante. El segundo crece en referencias y estilos. Experimentan y se vuelven exquisitamente pop, manipulan su sonido a su antojo y nos colocan un impresionante catálogo de rock con mayúsculas que aún hoy estremece.




Si hablábamos de dos voces, toca ahora hablar de dos cabezas. A la altura del tercer disco Ride se descompusieron. Andrew Bell quería tirar para un sitio y Mark Gardener para otro. La grabación de Carnival of light quedó empantanada en tierra de nadie. Hay excelentes canciones y ñoñerías inofensivas difícilmente comprensibles para un fan de su sonido. No me esperaba murallas eternas en todos sus discos, sin embargo, pasaron a ser una banda domesticada de un plumazo. No había ni rastro de rabia y la belleza estaba tan dulcificada que empalagaba. Tampoco los aires retro les sentaron bien.
El siguiente paso fue la caída en picado. Con Tarántula, Ride ofrecían un mejunje de sonido garage que no iba a ningún lado y a continuación simplezas pop. Se había perdido el sonido y el encanto. Todo el mundo fuera del barco.
Sus dos últimos discos son más disfrutables de lo que pueda parecer por lo dicho anteriormente. Eso sí, palidecen frente a los primeros eps y frente a Nowhere y Going blank again, de escucha obligada (el recopilatorio es un gran modo de conocerlos). Ride quedaron como una banda fallida con una carrera demasiado breve, aunque eso poco importa cuando desde la distancia escuchamos canciones como Stampede, Not fazed, Like a daydream y un bonito etcétera.
Mark Gardener ha publicado alguna grabación reseñable y sigue en activo. Andy Bell (o será un clon) es mercenario en las últimas aventuras de los Oasis. Peor acabó Manolete.



EPISODIO 31. EAST RIVER PIPE.



La biografía de F.M. Cornog incluye trabajos en tiendas de alfombras, jardinería, años de alcoholismo y un notable bache vital que le llevó a ser un sin techo y a vivir en una estación de metro durante al menos dos años. Actualmente trabaja en una fábrica de tejas. No toca en directo ni comprende que algún músico del mundo estuviese interesado en acompañarle para tocar sus simples canciones. Tampoco sabría cómo vendérselas al público y la situación de imaginarse frente a la gente interpretando le resulta embarazosa. Personaje atípico que en otra época simplemente habría quedado en el anonimato por muy grandes canciones que fuese capaz de inmortalizar.
Su biografía incluye el rescate de la estación de metro por parte de una mujer que trabajaba para un pequeño sello independiente. Le facilitó una mesa grabadora de cuatro pistas y le animó a registrar sus canciones. Siete discos después, East river pipe, el desagüe del río este, F.M. Cornog ha tomado revancha del mundo en forma de cientos de brillantes canciones focalizadas en la miseria de NY y de la especie humana. No conozco un mejor cronista con menos palabras, ni mejor retratista del submundo (que al final no es más que la expresión del mismo mundo, su caricatura extrema). Sus héroes son los acabados en la cola del paro y sus princesas, las putas. Tipos miserables que pasean a su perro acobardados ante el mundo. Ilusos aprendices de estrella de rock que fingen ser Axl o Iggy. Podredumbre humana retratada sin cinismo y directamente, a la misma altura que el objeto retratado.





Pocos sacaron tanto jugo musicalmente de los siete acordes básicos (sus guitarras no necesitan más). Cuando los sellos independientes alucinaron con la joya, él siguió en sus trece y se limitó a seguir grabando en un modelo ligeramente superior de su cuatro pistas original. Aún así, con baja fidelidad y cajas de ritmo de baratillo, el tipo consigue un sonido pulcro. No le imagino sonando en el gran estudio. Sería su final. Cornog toca la batería lo justito para llevar el simple ritmo, no es en absoluto un gran guitarrista ni bajista y donde se defiende mejor es con su teclado roland (gama casera, nada de superteclados). Con estas armas y su peculiar modo de cantar ha creado una apabullante colección de canciones ocultas para el mundo. Pop artesanal, casero (graba en su habitación), con alma. Nada de depresión. Sus tonadas parecen recoger todas esas historias de infinitos perdedores para devolverlas en una especie de épica brillante. Sus perdedores saben que lo son, pero eso no les impide sentir que la ciudad es suya, o que un viaje a Atlantic city les hará ganar un millón en una noche y ser reyes. Todas las drogas del mundo corretean por sus letras sin poses. No es el lado festivo. Simplemente son algo inevitable. Algo que hace el día menos miserable.
Su discografía es la más constante que conozco. Ni los Ramones. Casi podrían intercambiarse los años de publicación y no se notaría. Es lo que hay, enormes canciones contadas con enorme talento descriptivo y un sonido mantenido a piñón. East river pipe, con ecos de soul o de un Lennon mendigo en lugar de superestrella, ha construído un imaginario sonoro y lírico difícil de obviar para cualquiera interesado en la música.



Nunca he escrito a nadie a quien admire, pero me encontré con el mail de Cornog en la red. Guardo su atenta contestación como oro en paño. Animo encarecidamente a conseguir y escuchar sus discos.

EPISODIO 30. THE NATIONAL.



Su fórmula va desde el pop rock ejecutado con gusto y pulso, al country rock y al pop de cámara; The National son uno de los grandes descubrimientos del rock de los últimos años y lo han hecho sin aspavientos, sin efectismos. Son un globo muy pesado que sube lento, dejando grabación tras grabación enormes joyas sonoras, no un cohete de rápido ascenso e igual rápido batacazo. Los de Ohio, luego reformados en NY, hicieron en su debut homónimo una introducción certera a cómo podría sonar el rock americano. Primos de Jayhawks, Uncle tupelo, Wilco. El tono crooner de su cantante Matt Berninger infunde sobriedad y credibilidad desde el momento en que abre la boca. Las canciones empezaron a llover aupadas a esa voz dirigente y segura que parece quitarte de lo que estés haciendo: "acércate, escucha, tengo cosas que decir".



Con Sad songs for dirty lovers las influencias parecen abrirse. La voz, ahora más claramente, me hacía pensar en Tindersticks, en Nick Cave, en Leonard Cohen; por otro lado, las filiaciones en el sonido de la banda empezaban a quedar sobre la mesa. El alt-country se espaciaba hasta hacerse lounge, atmósferas y acoples evidenciaban que no estábamos con una banda al uso, unos emuladores de Wilco y poco más. Me resulta difícil definir por qué me gustan tanto. Ejecutan impecablemente sus canciones. Suenan ajustados, precisos y con cada detalle mimado y bien colocadito, sin embargo me cuesta identificar un gesto sonoro que sea típicamente suyo: un sonido de guitarra que les identifique, un raspeo definitorio o truco de producción. Muestran una especie de gusto y profesionalidad sorprendente que afortunadamente no les convierte en autómatas del indie-rock y máquinas de repetición sin capacidad para añadir colores propios a la paleta de colores diseñada por otros. Quizá sea ese discurrir lógico y aplastantemente incuestionable de las canciones lo que les define. Y esa voz. Si han basado su carrera en emular a otros hasta formar su propia historia, sin duda son los mejores en eso.
Mención aparte merece el ritmo bajo las canciones. El trabajo del batería sí que define el sonido de la banda. No se trata de virtuosismo, sino de aportar el toque que rompe el esquema típico y multiplica el interés de la canción. Maestría poniéndole el latido al corazón de la banda.





Alligator, Boxer y Virginia Ep. El cuadro queda mucho más completo y los himnos empiezan a apilarse. Su escaparate de rock alternativo no es festivo y su propuesta tiene una mueca cínica y desesperada en el fondo. Cuentos de soledad descarnada que se valen de una voz que los hace creíbles y dosifica las frases con sal gorda para cuando el escuchante ya está subyugado. Una de las más grandes bandas de rock en activo. Demasiado interesantes para ser masivos, demasiado cínicos y desastrados como para practicar arena rock, demasiado sesudos para el festival de verano. Enormes.







viernes, 24 de abril de 2009

EPISODIO 29. SUFJAN STEVENS.


Sufjan Stevens irrumpió en el inicio del siglo XXI con un folk pastoral profusamente ornamentado, polifónico y cantado casi en susurros. Se trata de un portentoso multinstrumentista, algo así como un niño prodigio musical que fundió su talento en canciones de inmensos títulos y temáticas poco comunes, por no decir frikis.





Antes de hacerse conocido con Michigan había firmado un par de discos instrumentales que poco anunciaban del aire rural y del sosiego por el que terminaría decantándose. Enjoy your rabbit es un vaivén de composiciones de base electrónica que van de lo sublime (en momentos contados) a lo rayante. Cajas de música pisoteadas, saturados ritmos rotos, fondos computerizados y de vez en cuando alguna flauta, alguna nota de piano, algún coro repetitivo, que sí señalaban hacia Michigan y lo que vino después.
Conducido por un banjo y con una clara orientación hacia canciones ricas melódicamente, Sufjan Stevens se embarcó en grabaciones como Seven swans e Illinois. Anunció entonces aquella absurda idea de dedicarle un album a cada estado de la unión y como si se tratase de una mina recién abierta dio en el clavo con un montón de composiciones preciosistas y desbordantes, de belleza enorme. Se dejó de inciertos experimentos. Es algo así como un Philip Glass con banjo y gusto por los coros de iglesia. Sus discos ofrecen un riqueza insólita en instrumentación y arreglos. A una base típicamente folky le introduce líneas melódicas propias de la clásica firmadas con circornios, clarinetes o tubas. Su voz, delicada y apocada como si no quisiera llegar al micro, queda respaldada por hermosos coros femenidos traídos de tardes de juegos con pantalón corto.



Come feel the illinoise (con nuevas versiones y descartes de su hermano mayor, Illinois) puede ser un buen modo de empezar a conocerle. Quizá su doble album navideño resulte demasiado obvio y dulzón. Una sobredosis de relecturas de villancicos que me superó. Al parecer ha repetido la jugada en las últimas navidades. Estoy atento a su evolución, aunque creo que con lo ofrecido hasta hoy bien merece este capítulo.

Detallista, genial, fragilidad exagerada, sensibilidad extrema para crear sinfonías de niños ángeles sobre ritmos jazzísticos aderezadas con aires de heno; clasicismo y minimalismo de xilófonos y pianos de juguete. A veces se acerca a estructuras pop, pero habitualmente se desarrolla sobre un patrón de notas que se repiten mientras más y más instrumentos van trazando nuevas líneas melódicas por encima. También practica el oficio de la desnudez y juega a sobrecoger con su vocecita sobre un piano evocador, una acústica o un banjo. Las canciones quedan entonces resumidas en un bonito esqueleto que danza en un verano triste.